Claves para dimensionar el pulso global entre EE.UU y China
Analizamos el papel del Mar del Sur de China, un punto crítico que podría redefinir no solo las relaciones entre Washington y Pekín, sino el equilibrio de poder a nivel mundial.
La relación entre Estados Unidos y China se ha convertido en el eje central del reordenamiento geopolítico global. Lo que comenzó como una disputa comercial se ha transformado en una competencia estratégica, con implicaciones económicas, tecnológicas, militares y políticas. Exploramos en qué punto se encuentra esta rivalidad y hacia dónde puede ir, partiendo de tres claves que han marcado la evolución reciente del vínculo bilateral. Analizamos el papel del Mar del Sur de China, un punto crítico que podría redefinir no solo las relaciones entre Washington y Pekín, sino el equilibrio de poder a nivel mundial. ¿Estamos ante un cambio de hegemonía global?
🎯3 Claves para entender la relación actual EE.UU.-China
1️⃣Competencia tecnológica y económica estructural
Antes de la escalada arancelaria, China y Estados Unidos mantenían una relación comercial profundamente interdependiente. China era el principal exportador hacia EE.UU, representando alrededor del 20% de todas sus importaciones, mientras que EE.UU. era uno de los mayores mercados para los productos chinos, especialmente en tecnología, maquinaria y bienes de consumo.
Déficit comercial de bienes EE.UU. - China en 2024
En millones de dólares
Este intercambio masivo sostenía cadenas de suministro globales y beneficiaba en cierta medida a ambos, pero también generaba desequilibrios. A medida que el déficit comercial estadounidense con China se volvía insostenible —llegando casi a los 300.000 millones de dólares anuales— y Pekín avanzaba en sectores tecnológicos clave, Washington comenzó a ver esta relación como una amenaza estratégica.
2️⃣Escalada arancelaria con efectos geopolíticos
La semana pasada Trump decidió elevar a números desorbitados los aranceles al gigante asiático, que a su vez respondió con firmeza. Hoy, Estados Unidos mantiene los aranceles sobre las importaciones chinas hasta un 145%, mientras que China ha respondido con un arancel del 125% sobre los productos estadounidenses. Sin acceso preferencial al mercado estadounidense, Pekín podrá considerar que tiene menos que perder al tomar decisiones arriesgadas, como avanzar sobre Taiwán.
3️⃣Una hegemonía en disputa
Desde el ascenso meteórico de China como potencia global, Estados Unidos ha visto tambalearse una hegemonía que construyó tras la Segunda Guerra Mundial y consolidó durante los años 90 y 2000. Pekín no solo desafía a Washington en lo económico o tecnológico, sino que se presenta como una alternativa real de liderazgo mundial, especialmente en regiones del Sur Global. En este contexto, la influencia de EE.UU en organismos multilaterales, alianzas estratégicas y normas internacionales ha comenzado a diluirse, mientras otros actores —como Rusia, India o incluso bloques regionales— también reclaman un mayor protagonismo. Esta pérdida de centralidad ha alimentado un sentimiento de declive dentro de la sociedad estadounidense, que ha sido capitalizado políticamente por figuras como Donald Trump. Su mensaje de “Make America Great Again” conecta directamente con esa nostalgia por un tiempo en que EE.UU marcaba el rumbo del mundo sin una competencia real.
🌊 El Mar del Sur de China: punto de fricción y posible punto de inflexión
🕰️ Mirar atrás para entender el presente
Lo que antes era un conflicto regional por arrecifes hoy es uno de los epicentros geopolíticos más tensos del planeta. El Mar del Sur de China concentra el 30% del comercio marítimo global y cuenta con vastos recursos naturales. Su control otorga no solo poder económico, sino también proyección militar.
China reclama casi toda la zona bajo la “línea de los nueve puntos” que abarca casi el 90% de estas aguas, y por ello, ha reforzado su presencia con islas artificiales militarizadas. El problema es que esa zona también es reclamada —total o parcialmente— por otros países del sudeste asiático como Filipinas, Vietnam, Malasia, Brunei y Taiwán. Frente a esto, y aunque no tiene reclamaciones territoriales en el área, EE.UU. responde con patrullas navales constantes en defensa de la “libertad de navegación” desde el final de la II Guerra Mundial, en línea con su rol histórico como garante del orden internacional desde la Doctrina Truman: contención de cualquier expansión autoritaria que amenace sus intereses o los de sus aliados.
Esta presencia constante es percibida por China como una provocación directa, lo que ha llevado a un aumento de incidentes y roces militares.
🧭 El centro del pulso global por el poder
En este contexto de creciente fricción, la posibilidad de una invasión china a Taiwán ya no parece tan lejana ni descabellada. Si Pekín decidiera actuar, aprovecharía un momento en el que las represalias económicas —como los actuales aranceles impuestos por Trump— ya no disuaden, sino que incluso podrían percibirse como un punto de no retorno. Con los aranceles mutuos en máximos históricos (145% por parte de EE.UU., 125% por parte de China), las ventajas del libre acceso al mercado estadounidense han desaparecido. Esto podría hacer que China se sienta con menos que perder y más dispuesta a asumir riesgos geopolíticos graves.
Una invasión de Taiwán o un bloqueo total del Mar del Sur de China tendría un impacto inmediato en el comercio global. EE.UU, que depende de esta ruta para importar y exportar bienes con Asia Oriental, vería seriamente afectadas sus cadenas de suministro. Aun si no se produjera un cierre total, China podría imponer peajes o restricciones estratégicas, encareciendo los costos y erosionando la competitividad estadounidense. Además, la interrupción del tráfico comercial en esa región afectaría directamente a aliados clave como Japón, Corea del Sur o Australia.
Pero las consecuencias podrían ir más allá del comercio. En un escenario prolongado de tensión, una posible devaluación del dólar —producto de desequilibrios fiscales, inflación y pérdida de confianza internacional— podría abrir la puerta a que China impulse con más fuerza el uso del yuan como moneda de referencia global. Pekín ya ha comenzado a cerrar acuerdos energéticos en yuanes con países como Rusia y Arabia Saudi, y el bloque de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) plantea la creación de mecanismos alternativos al sistema financiero dominado por Occidente. Lo que para EE.UU. pretende ser un castigo económico podría convertirse para China en una oportunidad estratégica. A diferencia de la Guerra Fría, donde el enfrentamiento fue casi exclusivo entre dos polos bien definidos, ahora se desarrolla en un escenario mucho más fragmentado. China no está aislada: cuenta con el respaldo político y económico de actores clave del Sur Global, y con la creciente coordinación de los BRICS, que buscan construir un orden multipolar alejado de la dominación occidental.
Mientras tanto, el país norteamericano no solo confronta a sus rivales estratégicos, sino que comienza a tensar también sus relaciones con antiguos aliados como Europa, en temas como defensa, comercio, regulación tecnológica o incluso valores democráticos. Esto deja a Estados Unidos en una posición especialmente delicada: enfrentada hacia fuera y dividida hacia dentro.
Quizá este sea el motivo por el que en los últimos días hemos visto a Donald Trump suavizar su retórica y lanzar señales de apertura hacia el gigante asiático, en un aparente intento de renegociar los aranceles y evitar una ruptura total. Pekín podría considerar que no tiene nada que ganar con una nueva ronda de diálogo bajo los términos de Washington. Los próximos días y meses serán decisivos: marcarán si aún queda espacio para la desescalada o si, por el contrario, estamos entrando en una fase mucho más incierta y confrontativa de esta rivalidad global.
"El tablero global está en movimiento. Y el Mar del Sur de China podría ser la primera ficha en moverse."