Repensar la defensa: Claves para un Debate Riguroso y Responsable
Vivimos en un momento de inflexión geopolítica. Exploramos por qué es crucial analizar la defensa desde una perspectiva más amplia, considerando sus dimensiones políticas, sociales e históricas.
Vivimos en un momento de inflexión geopolítica. La seguridad y la defensa han vuelto a ocupar un papel central en las agendas de la Unión Europea y sus Estados Miembro, pero el debate sigue siendo superficial y plagado de simplificaciones. La idea del rearme, la disuasión y el fortalecimiento militar se han instalado en el discurso político sin una reflexión profunda sobre lo que realmente implican.
En esta Newsletter, exploramos por qué es crucial analizar la defensa desde una perspectiva más amplia, considerando sus dimensiones políticas, sociales e históricas. Hablaremos de la transformación del orden global, el impacto de la militarización en la sociedad, la necesidad de una memoria histórica activa y la importancia de mirar más allá de las grandes potencias.
🎯4 claves a recuperar en el debate:
🔑Un nuevo paradigma en el orden global: Esta transformación exige recuperar la reflexión teórica para comprender un mundo donde el ideal del transnacionalismo pierde fuerza frente a una lógica más realista, centrada en la competencia por el poder y la seguridad nacional.
🔑 El impacto social del rearme: Militarizar el discurso político normaliza la guerra como herramienta legítima, alimenta el miedo y erosiona derechos. Urge recuperar la dimensión social, ética e histórica en el debate público sobre defensa.
🔑 Ampliar la mirada: el mundo no acaba en las grandes potencias: El enfoque centrado en Europa, EE.UU., China y Rusia deja fuera realidades clave. Incorporar otras regiones y actores —como América Latina, Oriente Próximo o el Sudeste Asiático— es esencial para construir una visión y un debate global, inclusivo y estratégico.
🔑 ¿De qué hablamos cuando hablamos de defensa?: La defensa ya no se limita a soldados o tanques: hoy incluye ciberseguridad, infraestructura crítica, inteligencia artificial, espacio digital y soberanía tecnológica.
1. El cambio de paradigma en el orden global
Comprender por qué en tan poco tiempo hemos pasado de hablar de derechos humanos y de cambio climático a estar enmarcados en un panorama de guerra, de autoritarismos embrionarios y de una renovada carrera armamentística pasa por recuperar la perspectiva teórica. Asistimos a una reconfiguración del orden mundial que evidencia claramente que nunca existió ni el fin de la historia ni la paz eterna entre estados democráticos.
Tras la destrucción causada por la II Guerra Mundial, el mundo adoptó un enfoque basado en la cooperación internacional como clave para evitar nuevos conflictos. La idea de que la estabilidad dependía de la interdependencia económica, el multilateralismo y el fortalecimiento de instituciones supranacionales se convirtió en el pilar del orden global. Bajo esta lógica, organizaciones como la ONU y la Unión Europea consolidaron un sistema en el que la diplomacia y el comercio eran más efectivos que la confrontación militar. Se afianzó también la premisa de la seguridad colectiva, lo que hizo a Europa altamente dependiente de EE.UU. en materia de defensa y de Rusia en materia energética. Además, Europa apostó por una desmilitarización relativa, confiando en este modelo reduciría el riesgo de conflictos internos.
Durante décadas, este paradigma pareció funcionar: la guerra entre grandes potencias se evitó, el comercio internacional floreció y la expansión de la democracia fue vista como el futuro inevitable. Sin embargo, en los últimos años —y especialmente en los últimos meses— estamos asistiendo a un giro significativo en el sistema internacional. Muchas de las potencias que durante décadas defendieron este modelo, como Estados Unidos, están reorientando sus prioridades. Factores como los flujos migratorios, la pugna por la hegemonía global, las crisis económicas, la globalización o desafíos compartidos como la pandemia del COVID-19 han actuado como catalizadores de este cambio. El mundo ha comenzado a moverse hacia una lógica más cercana al realismo político, que sostiene que el orden internacional es anárquico y que los Estados, actúan guiados por intereses estratégicos y la necesidad de preservar su posición frente a amenazas, más que por compromisos normativos.
En este nuevo contexto, las agendas nacionales se han tornado más egoístas, centrándose en la maximización de la seguridad y del poder estatal y, a menudo, a costa de la cooperación internacional. El rearme se presenta como vía para reforzar la disuasión en un constante juego de suma cero, donde lo que uno gana, otro lo pierde. La seguridad ha desplazado a la economía como eje prioritario, y herramientas como las sanciones, el proteccionismo o las guerras comerciales se han convertido en instrumentos habituales de confrontación.
El resultado es un escenario en el que el rearme y la lógica de la fuerza recuperan protagonismo, mientras que la diplomacia y las instituciones multilaterales quedan relegadas a un segundo plano. Prueba de ello es la creciente desconfianza en los organismos internacionales, como la ONU o la OMC, cuyo debilitamiento es hoy más evidente que nunca.
2. El rearme no es un juego: la dimensión social y la memoria histórica
Normalizar conversaciones en torno a términos como “rearme”, “seguridad y defensa” o “disuasión”, conlleva una progresiva normalización de la guerra como herramienta política, y eso acarrea riesgos profundos. La creciente militarización de los discursos públicos y de las políticas de Estado alimenta una narrativa donde la fuerza se presenta como solución legítima frente a los desafíos globales, desplazando el papel de la diplomacia y del consenso. Esta lógica tiene un impacto directo en la sociedad: el miedo se convierte en motor de decisiones políticas, se justifica el recorte de derechos en aras de la seguridad, y se puede llegar a desviar recursos hacia el gasto militar en detrimento de políticas sociales.
Además, este cambio cultural se ve reforzado por un olvido progresivo de la memoria histórica. Tanto es así, que este asunto en comparación con otro tan determinante como el cambio climático está recibiendo una atención mediática mucho mayor. De esta forma, se normaliza el lenguaje bélico en los contenidos informativos habituales de la ciudadanía, haciendo que el impacto y la magnitud de los asuntos de la guerra sean percibidos como menores.
Por todo ello, es necesario recuperar la dimensión social del debate sobre la defensa y la seguridad. El rearme no se debe convertir en una cuestión puramente técnica o estratégica, desligada de sus implicaciones humanas. Reflexionar sobre cómo impacta en nuestras sociedades, en nuestras prioridades colectivas y en nuestra memoria histórica es clave para no caer en la trampa de la simplificación. Conviene reabrir este debate desde una perspectiva crítica, ética y ciudadana.
3. El mundo no es solo Europa, EE.UU., China y Rusia
Los debates en torno a la seguridad y la defensa suelen girar en torno a las grandes potencias: Europa, Estados Unidos, China y Rusia. Esta visión reduccionista refuerza una narrativa del poder global que ignora —o minimiza— a buena parte del mundo. Conviene recordar que América Latina, Oriente Próximo o el Sudeste Asiático enfrentan desafíos de seguridad propios —como conflictos locales, violencia estructural, crisis climáticas, dependencia tecnológica o desigualdad— que, en muchos casos, son además instrumentalizados por las potencias hegemónicas en función de sus propios intereses. A pesar de ello, estas realidades rara vez se tienen en cuenta en los grandes foros de estrategias globales o en los debates internacionales de defensa, pese a que sus dinámicas están profundamente entrelazadas con el equilibrio global.
Esta invisibilización no solo es injusta, sino también miope: estas regiones no deben verse únicamente como zonas de inestabilidad, sino también como potenciales aliadas estratégicas con las que Europa –y sus Estados Miembros— pueden tejer relaciones sólidas para afrontar tanto sus propios desafíos como los retos y amenazas comunes.
4. ¿De qué hablamos cuando hablamos de rearme?
El concepto de “rearme” nos lleva rápidamente a imaginar balas, soldados, bombas o tanques de combate. Sin embargo, la realidad actual lo desborda y exige una comprensión mucho más amplia. Esta nueva escalada armamentística ya no se limita al plano estrictamente militar, sino que abarca dimensiones invisibles pero decisivas, como la ciberseguridad, la protección de infraestructuras críticas, la inteligencia artificial aplicada a la defensa, el control del espacio digital o la soberanía tecnológica y energética. La guerra moderna se libra también en los servidores, en los satélites, en los datos y en los algoritmos. Esto obliga a repensar qué significa hoy “estar preparados” y qué tipo de capacidades estamos priorizando.
Estas claves deben formar parte activa de las conversaciones políticas y estratégicas, ya que dejar fuera esta complejidad, supone invisibilizar potenciales riesgos.
🧩 Lo que no se debe perder de vista
La defensa no es solo militar: es una decisión política, social y ética que afecta a nuestras prioridades como sociedad.
No hay seguridad sin memoria histórica: olvidar el pasado nos lleva a repetir sus errores.
El mundo es más amplio que las grandes potencias: sin una visión global e inclusiva, el análisis está incompleto.
La tecnología también es poder: rearme significa también datos, algoritmos, ciberespacio y soberanía digital.
🧠 Por todo ello, reabrir este debate desde una mirada crítica, ética y ciudadana debe ser parte del compromiso democrático.